Por el licenciado Gabriel A.R. Barrionuevo
El 17 de noviembre de 1972, es decir hace 50 años, volvía al país luego de 18 años de exilio Juan Domingo Perón, quien había sido derrocado por el golpe de Estado del 16 de septiembre de 1955 por un grupo de militares golpistas que una vez en el poder se autodenominaron Revolución Libertadora.
Los golpistas contaban con el apoyo de los sectores más conservadores del país que, ya entonces, se los calificaba de derecha conservadora y que aún hoy, tienen presencia en el país a través de medios de comunicación hegemónicos y corporaciones del poder real.
Desde aquel nefasto día de 1955 cuando derrocan al presidente constitucional Juan D. Perón y durante los siguientes 18 años, con el líder en el exilio y el peronismo proscripto, la militancia peronista resistió y luchó contra las dictaduras militares que se sucedieron.
Por eso, a partir de 1972 se conmemora el Día de la Militancia Peronista, evocando las luchas y resistencia peronista contra las dictaduras que provocaron persecución y muertes de militantes y la destrucción de un modelo de país basado en la justicia social, soberanía política e independencia económica.
Las represiones de las dictaduras de entonces se expresaron en fusilamientos, encarcelamiento, persecuciones y proscripciones a peronistas en distintas partes del país. Muestra de ello fueron la masacre clandestina e ilegal en los basurales de José León Suárez en 1956 y los fusilamientos a los militantes que participaron de la acción peronista cívico-militar conducida por el general Juan José Valle el 9 de junio de 1956, en un intento por recuperar el poder para el pueblo peronista en lucha contra la dictadura autodenominada Revolución Libertadora. Todos estos hechos fueron parte de la resistencia peronista.
Los golpistas militares y civiles integrantes de la oligarquía que fueron calificados oportunamente como gorilas o derecha conservadora, no dudaron en sus intentos de asesinar a Perón y provocar la muerte de centenares de argentinos y peronistas.
Por ejemplo, lo habían hecho el 16 de junio de 1955 cuando en un intento de matar al presidente Perón arrojaron 29 bombas en la Casa Rosada y bombardearon la Plaza de Mayo donde se habían congregado centenares de militantes y simpatizantes peronistas provocando la muerte de 355 civiles.
Otra de las tantas muestras del odio antiperonista fue el Decreto Ley 4161 de 1956 que en tiempo de los dictadores golpistas Aramburu y Rojas prohibían cualquier tipo de manifestación real o simbólica que adhiera al peronismo. Especialmente se perseguía a los miembros de sindicatos y militantes políticos peronistas.
Esa normativa de los dictadores prohibía, por ejemplo las fotografías, retrato o escultura de los funcionarios peronistas o sus parientes, el escudo y la bandera peronista, el nombre propio del presidente depuesto el de sus parientes, las expresiones «peronismo», «peronista», » justicialismo», «justicialista», «tercera posición», la abreviatura PP, las composiciones musicales «Marcha de los Muchachos Peronista» y «Evita Capitana» o fragmentos de las mismas, y los discursos peronistas, entre otras tantas prohibiciones de imágenes o símbolos peronistas.
Queda claro que por entonces, no era nada fácil ser peronista. Cualquier muestra de ello podía significar la persecución, proscripción y hasta la muerte, como hemos citado.
Vale recordar que Perón siempre que accedió al poder como presidente lo hizo con el voto del pueblo. Por eso el peronismo siempre fue democrático. Y fueron esos sectores golpistas que hoy diríamos de derecha, los que no lo dejaron gobernar.
Perón hacia 1955 había dejado un país industrializado, con empleo genuino, sin deuda externa y sobre todo con dignidad para todos los trabajadores argentinos. Era precisamente eso lo que odiaban los antiperonistas de entonces y lamentablemente hoy día puede observarse una mentalidad similar en ese sentido. Siguen odiando a todo lo que implique ser peronista y no soportan las políticas que reivindican los derechos de los trabajadores.
Por eso, el regreso de Perón al país aquel 17 de noviembre de 1972, significó una gran alegría para todo el pueblo que veía con esperanza el regreso de ese gran líder que junto a la militancia y al pueblo en su conjunto luchó denodadamente por la justicia social, la independencia económica y la soberanía política.