El procesamiento de la harina de algarroba exhibe de manera sostenida avances muy importantes en el interior formoseño, dado que este alimento que es consumido mayormente por indígenas se está extendiendo a nuevos sectores a partir de su valor nutritivo.
En el extremo oeste estudiantes de escuelas secundarias, como la Agrotecnica 10 de El Quebracho vienen propiciando proyectos que se consolidan en este sentido, y lo propio a través del un valioso programa llamado “El Futuro está en el Monte” que lleva adelante la Fundación “Gran Chaco” conjuntamente con el ministerio de la Producción y Ambiente de la provincia y la esfera competente federal.
Tiempo atrás y en el marco del desarrollo de un singular taller con
activa participación el Centro de Validación de Tecnologías Agropecuarias (CEDEVA) y el aporte técnico del INTI Formosa, se expusieron acerca del desarrollo de nuevas tecnologías adaptadas a las exigencias de los productores locales, sumándose incluso la esfera de Trabajo nacional en lo que referente a la formación profesional.
“El Futuro está en el Monte” parte del principio según el cual los pueblos originarios del Gran Chaco han desarrollado formas de organización de las diferentes actividades económicas, basadas en un profundo conocimiento del territorio que les han permitido reproducirse a lo largo de los siglos, aprovechando la variedad de recursos que ofrece el monte en los diferentes periodos del año.
A partir de este supuesto, el programa apunta a generar una estrategia de desarrollo de estas actividades económicas tradicionales que resultan ser las únicas alternativas a la reducción de los efectos del cambio climático y a la generación de trabajo en la región. En una región que se encuentra en un equilibrio ambiental muy precario, en el cual las sequías se extienden por periodos más extenso mientras que las lluvias se concentran en pocas semanas, reforzar estrategias productivas de adaptación al cambio climático resulta ser una prioridad.
Las cosechas de miel
Se destaca la especial relevancia que ha tenido el algarrobo, por sus propiedades nutritivas por el terreno, por su floración -que permite tres cosechas anuales de miel- y por la riqueza de sus frutos que representan un elemento clave en la dieta tradicional indígena y principal aliado de la lucha a la desnutrición por sus altos valores nutricionales.
Se precisa que en estos años, se han plantado 3.000 hectáreas de de algarrobo y que se certificaron con la Ley 25080, 600 hectáreas, señalándose que con esta intervención se ha podido triplicar el precio de venta de las chauchas de algarroba y se ha generado un aumento en el consumo familiar con toda una serie de beneficios para la salud.
De allí que se concluya en que la valorización de los alimentos tradicionales representa entonces una estrategia con un valor desde el punto de vista productivo, ambiental y de la salud de la población en su conjunto.
El taller de referencia permitió profundizar todo el proceso, para visibilizar y valorar los saberes locales de las diferentes comunidades aborígenes acerca de las preparaciones con los frutos del monte, impulsar el consumo local e intercambiar recetas y técnicas de elaboración y conservación de los frutos.
Por un lado, sistematizar los conocimientos propios de las comunidades para darle visibilidad y, por el otro, experimentar juntos con las mujeres nuevas recetas y elaboraciones, aprovechando el valor nutricional del fruto de algarrobo.
Recetario en lenguas indígenas
En ese marco los principales resultados fueron la elaboración del recetario de los frutos del monte en lenguas indígenas; el intercambio de saberes y la preparación de diferentes recetas nuevas, desde panificados a dulces para que las mujeres pudieran degustar y experimentar nuevas aplicaciones.
También surgió la determinación de escribir las recetas tanto en español como en la legua indígena para realizar un documento en el cual se pueda encontrar por escrito estas recetas y saberes, conservando las recetas y las lenguas y difundiendo estos conocimientos en las escuelas de modo tal que cada comunidad tenga una herramienta útil y permanente como el papel en donde buscar o consultar, sobre todo para el caso de las generaciones jóvenes que habitualmente no saben cómo hacer las preparaciones alimentarias.
Además, se procura trabajar de ese modo para recordar recetas de los ancestros que se están dejando de usar.