Este lunes 12 de junio se conmemora el Día Mundial contra el Trabajo Infantil; establecida con el fin de que todos los países adopten normas y acciones sólidas para combatir el trabajo infantil, por medio de políticas para la protección de los niños.
Con este motivo las subsecretarias de Trabajo, Justicia y Culto, la de Adolescencia y Familia, la dirección de Abordaje Territorial de la comuna capitalina y la Defensoría del Pueblo provincial, llevarán a cabo en la intersección de la avenida 25 de mayo y Rivadavia, una serie de actividades bajo el lema: “No al Trabajo Infantil, Sí al Respeto de sus Derechos”.
Se indico que “no solamente es un deber del Estado Nacional, Provincial y Municipales, luchar contra este flagelo, también es nuestro deber no apoyar estas prácticas ilegales; cuando por ejemplo al comprar o dar dinero a un niño que nos ofrece algo en la calle, estamos pasando por alto que está siendo explotado, oprimido y denigrado, de manera que con nuestro dinero estamos contribuyendo a que esa problemática continúe”.
Aunque se considera que “si bien en nuestra ciudad capital a diferencia de otras urbes, esta cuestión no se encuentra a la fecha masificada, es también necesario diferenciar la colaboración de niñas y niños que realizan en las zonas rurales de nuestra provincia, con sus familias, en trabajos de agricultura o cuidado de animales, que no encuadran dentro de lo que se conoce como -trabajo infantil- sino como una cooperación voluntaria que permite formar en valores a los más pequeños”.
El Ombudsman José Leonardo Gialluca, señalo que el trabajo infantil pone en riesgo a los menores y viola tanto el derecho internacional como las legislaciones locales. Priva a los niños de su educación o les exige asumir una doble carga: el trabajo y la escuela. El trabajo infantil, que debe ser eliminado, es un subconjunto de actividades laborales llevadas a cabo por menores de edad e incluye: las “incuestionablemente” peores formas de trabajo infantil, tales como la esclavitud, o prácticas similares, y el uso de niños en la prostitución u otras actividades ilegales. Vulnera el derecho a la salud: el envejecimiento prematuro, la desnutrición, la depresión son sólo algunas de sus manifestaciones dado que un niña/o no está preparado ni física ni emocionalmente para el desarrollo de una actividad laboral. Vulnera el derecho a la educación ya que un niño/a que trabaja difícilmente estará en condiciones de sostener la escolaridad y en caso de poder hacerlo, su rendimiento académico no le permitirá alcanzar el máximo de sus posibilidades, exponiéndolo a una desigualdad de oportunidades a futuro. Vulnera el derecho a la integridad psicofísica, ya que los niños/as que trabajan están más expuestos a diferentes manifestaciones de violencia física, mental y sexual. Vulnera el derecho al juego, la recreación y el esparcimiento, ya que los niños y niñas que trabajan pierden esta posibilidad. Un niño que trabaja, está condenado a perder su condición de tal e ingresar por la peor de las puertas al mundo adulto.
Los efectos negativos del trabajo infantil son muchos. Lo más perjudicial es la invisibilidad y naturalización con que suele «mirarse» el trabajo desarrollado por niños y niñas. Esta «actividad» no es más que el reflejo de generaciones hipotecadas, de cientos de niños y niñas que, cuando adultos, según muestran las estadísticas, serán condenados a reinsertarse una y otra vez en la informalidad y precariedad laboral.
Es hora de humanizar los números y resignificar todo lo que ellos representan. El momento es hoy porque el tiempo de los niños y niñas pasa y no puede recuperarse. Como sociedad y Estado debemos ser capaces de sancionar severamente a quienes promueven el trabajo infantil y trabajar expresamente a partir de políticas públicas inclusivas para evitar que suceda.