Quien este día miércoles 20 de junio estuvo de cumpleaños fue el histórico Mástil Municipal que albergo la ceremonia por el Día de la Bandera. Celebro 78 años desde que fue emplazado en esta tradicional esquina de 25 de Mayo y San Martin y testigo de decenas de similares ceremonias y otras concentraciones públicas de la ciudadanía formoseña a los largo de estas casi ocho décadas.
Los historiadores cuentan que los navegantes que por primera vez remontaban las aguas de río Paraguay quedaban impactados por la belleza que les ofrecía la curva cerrada del ancho cauce. Costas altas, el verdor del monte que se extendía sobre la margen derecha de la corriente, la desembocadura del riacho Formosa y el acceso a la isla de Oro ofrecían un magnífico panorama.
Como heridas abiertas se apreciaban los zanjones, en algunos casos profundos y en otros formaban pequeñas bahías, como la entrada del cauce que se encontraba frente donde hoy nace la calle José María Uriburu y llegaba hasta el emplazamiento de la actual Casa de Gobierno.
Con la construcción de la estación terminal del Ferrocarril varias de estas ‘correderas’ fueron rellenadas, entre ellas una que existía frente a España y San Martín, que tenía un puentecito de madera para uso peatonal.
Fue el gobernador Juan José Silva quien quiso construir un espacio público en el nacimiento de la avenida principal de la pequeña villa. Pero su solicitud encontró un inconveniente insalvable: Todas las tierras que se ubicaban a la margen izquierda de la calle San Martín eran propiedad de la empresa ferroviaria, que oportunamente había abonando a los propietarios desalojados el valor de los lotes.
No conforme con esta negativa inicial, Juan José Silva se dirigió al Poder Ejecutivo Nacional argumentando que Formosa, una ciudad pequeña, naciente, pero de un inmenso futuro, se aprestaba a rendir un homenaje al general José de San Martín ubicando una estatua ecuestre del prócer.
El lugar más aconsejable era el nacimiento de la avenida principal, justamente el sitio donde el Ferrocarril negaba su utilización. Silva fustigó con energía la falta de planificación al permitir que toda ciudad se quede sin acceso al río; decía que en las mismas barrancas debía nacer la avenida. Nada se pudo hacer; sabemos que Juan José Silva tuvo que ubicar la estatua en el espacio reservado para plaza, muy lejos (por entonces) del centro de la villa.
Sin embargo, la vehemencia del gobernador recogió dos logros. El edificio de la estación Formosa no se construyó sobre la prolongación de la avenida; si observamos las estaciones de todos los pueblos situados sobre el ramal ferroviario notaremos que cada edificio se interpone en el sitio exacto necesario para una eventual prolongación de la calle principal de cada uno de esas localidades.
El restante beneficio fue la habilitación directa del tránsito vehicular hacia el puerto.
El lugar permaneció como un espacio público sin un destino definido hasta 1940. Fue en ese año cuando el gobernador teniente coronel Federico Zambiachi ordenó la construcción de el mástil principal de la ciudad. Siendo Comisionado Municipal Manuel Abuín, quedó inaugurado el 20 de junio de ese año y cuya imagen puede ser recreada con las fotografías históricas que atesora el licenciado Franco Romero. Una comisión, integrada por prestigiosos vecinos, apoyó la iniciativa y recolectó parte de los fondos invertido en la obra. Finalmente, autoridades estatales y miembros de la mencionada comisión resolvieron aprobar el proyecto presentado por A. Aldunate.
A partir de su inauguración, la plazoleta del Mástil, como se la empezó a conocer, pasó a ser el epicentro de importantes actos públicos. Anteriormente la plazoleta ubicada frente a la residencia de los gobernadores era el lugar que concentraba a los vecinos con motivo de las conmemoraciones.
Cuando la Municipalidad de Formosa dictó la resolución N° 293, en agosto de 1946, concediendo el servicio urbano de pasajeros, se tomó el Mástil Municipal como punto de partida y llegada de las tres líneas autorizadas.
Desde esa plazoleta las unidades debían partir hacia ‘los Cuarteles’, tomando San Martín, España, Mitre, Julio de Vedia, ruta 11 (Marcial Rojas) hasta el área militar, debiendo regresar hasta el punto de partida.
Otra línea debía hacer el tramo comprendido entre el mástil y el cementerio, finalmente, el recorrido hasta el balneario municipal.
La resolución hacía una aclaración: los días de fiestas en la Sociedad Rural y en el Aeroparque, las unidades debían extender su recorrido hasta allí.
Hoy encontramos en el lugar dos recordatorios importantes.
Un busto del general Manuel Belgrano, el alma más pura de la etapa revolucionaria, al decir de un historiador; más al sur, frente a la Casa de la Artesanía, una placa recuerda a los primeros funcionarios que tuvo la ciudad.