La agenda oficial del presidente Mauricio Macri, como la de otros tantos mandatarios nacionales indican que cada 20 de junio deben estar en el Monumento a la Bandera y ser parte del tradicional acto en conmemoración a Manuel Belgrano: El Día de la Bandera.
En esta ocasión y a último momento, siquiera fue por los canales normales ajustándose al protocolo, el titular del PRO de Santa Fe, Federico Angelini, anunció que Macri no estaría en la celebración para evitar las protestas en su contra. Angelini eligió torpemente decir que “se priorizó cuidar la paz”.
El discurso de Macri hubiera sido el primero tras los cambios en el equipo económico, que no frenaron la corrida ni la devaluación del peso frente al dólar. Estamos ante un presidente que cada vez más se divorcia del pueblo, no lo escucha y, sobre todo, ante protestas por su consumida gestión, trata de seguir mintiéndonos con el amor y devoción del pueblo argentino hacia su presidente. Nos miente con dolo evidente tratando de hacernos creer que todo está bien y solo que no nos damos cuenta. Lo cierto es que huye de todo movimiento social que lo condene por embustero, por fraude de campaña y por tantas cosas más que el pueblo está padeciendo a diario.
Lo triste es ver cómo este comportamiento psicopatológico se traduce en un presidente que asume la posición de dueños absolutos del destino y la dignidad de los argentinos. Es toda una epidemia de la dirigencia política macrista, que a pesar de haber sido elegidos por el pueblo terminan gobernando de espalda al mismo.
Qué diferencia con otros mandatarios. Y para no ir muy lejos, de entre casa nomas, el gobernador Gildo Insfrán no podía regresar a sus quehaceres al término del acto evocativo al Día de la Bandera por los saludos, besos, pedidos de selfies e incluso contándoles anécdotas y hasta alguna que otro demanda.
La sabiduría del Papa
Cabe como anillo al dedo unas reflexiones del Papa Francisco que acaba de hablar de las virtudes de un dirigente y también dijo que los ciudadanos «no deben desinteresarse de la política». Desde Roma, un obispo volvió a condenar el uso electoral de
«Un gobernante que no ama no puede gobernar: a lo sumo podrá disciplinar, poner un poco de orden, pero no gobernar». Las dos virtudes indispensables de un gobernante son el amor al pueblo y la humildad; fue el mensaje de la homilía papal de en la misa de Santa Marta.
«¡No se puede gobernar sin amor al pueblo y sin humildad!», sentenció el Papa. «Todo hombre, toda mujer, que va a tomar posesión de una función de gobierno, debe hacerse estas dos preguntas: ¿Amo a mi pueblo para servirlo mejor? ¿Soy humilde y escucho a todos, escucho las distintas opiniones, para elegir el mejor camino? Si no se hace estas preguntas su gobierno no será bueno. El gobernante, hombre o mujer, que ama a su pueblo es un hombre o una mujer humilde».
San Pablo, recordó el Papa, exhortaba a los gobernados a elevar oraciones «por todos aquellos que están en el poder, para que podamos llevar una vida calma y tranquila».
«Ninguno de nosotros –siguió Francisco– puede decir: ‘Yo no tengo nada que ver con esto, ellos gobiernan…’ No, no, yo soy responsable de su gobierno y debo hacer lo mejor para que ellos gobiernen bien y debo hacerlo participando en política como pueda. La política –dice la Doctrina Social de la Iglesia– es una de las formas más altas de la caridad, porque es servir al bien común. Yo no puedo lavarme las manos, ¿eh? ¡Todos debemos hacer algo!».
«Muchas veces hemos escuchado que un buen católico no se mete en política, pero esto no es cierto, ese no es el buen camino, insistió Francisco. Un buen católico se mete en política, ofreciendo lo mejor de sí, para que el gobernante pueda gobernar. ¿Y qué es lo mejor que podemos ofrecerles nosotros a los gobernantes? ¡La oración! Es lo que dice Pablo: oración para todos los hombres y para el Rey y para todos aquellos que están en el poder. ‘Pero, Padre, esa es una mala persona, debe ir al infierno…’ ‘Reza por él, reza por ella, para que pueda gobernar bien, para que ame y sirva a su pueblo, para que sea humilde. Un cristiano que no reza por los gobernantes, ¡no es un buen cristiano!’ ‘Pero, Padre ¿cómo voy a rezar por éste?’ ‘¡Reza para que se convierta!’ Pero reza».
«Demos lo mejor de nosotros, ideas, sugerencias, lo mejor, pero sobre todo, oración. Recemos por los gobernantes, para que gobiernen bien, para que lleven hacia adelante a nuestra Patria, a nuestra Nación, para que haya paz y bien común», concluyó.
El Papa
En otro orden, desde Roma, el obispo auxiliar de la Plata, monseñor Alberto Bochatey, volvió a condenar en duros términos el uso de la imagen de Francisco en la campaña electoral.
«Creo que los hechos hablan por sí solos. Pretender bastardear la figura del Papa, utilizarla con fines electores o políticos habla de la calidad del político que se rebaja al uso tan mezquino de algo tan digno como es la figura del Santo Padre, que obviamente, no entra mínimamente en ninguna campaña política, y mucho menos en la de su país», dijo monseñor Bochatey en una entrevista con la agencia religiosa ACI Prensa.
«El tiempo va a juzgar el absurdo de algunas acciones políticas, y la verdad de la gente triunfa sobre las ideologías y los planes políticos», agregó Bochatey.