Ante planteos por la necesidad de activar lo antes posible obras correctivas en una vasta zona del valle de inundación del rio Pilcomayo que requieren financiamiento nacional, la esfera federal comprometió presencia efectiva en terreno para los próximos días.
Quien así lo confirmo fue el coordinador ejecutivo de la Unidad Provincial Coordinadora del Agua, Horacio Zambón, dando cuenta de la misiva remitida por el director de Proyectos Hidráulicos de la Nación, Ricardo Ferreyra que depende de la secretaria de Infraestructura y Política Hídrica de la esfera federal. Este anticipo que durante la primera semana del próximo mes de septiembre estará en la provincia para apreciar de primera mano la magnitud de las secuelas que le describieron dejo la ultima y extraordinaria crecida del rio, y por supuesto a nivel local se confía en poder iniciar todo un proceso de acordar el financiamiento de los trabajos que se requieren en este tiempo de aguas baja y de esa manera con previsión antes de fin de año estar preparados ante el nuevo ciclo de crecidas que se inicia.
En 2017 la crecida alcanzó los 7 mil metros cúbicos por segundo (lo normal es de 500 m3) lo que hizo que colapsara una porción de las correderas y superaran las defensas ante la enorme presión del agua.
Este escenario de desastre pego muy fuerte a unas ocho comunidades tobas que están afectadas con ese sedimento de casi un metro y medio depositado en sus casas, además de un centenar de familias criollas cuya economía está basada en la ganadería por eso viven desperdigadas y también sobrellevando esta realidad, con pérdidas de infraestructuras y servicios de magnitud, desde escuelas, centros de salud, redes eléctricas y de agua potable, mas de dos centenar de viviendas.
Entre las poblaciones arrasadas más importantes a El Churcal y La Madrugada, después hay otra media docena más chicas (Tres Yuchanes, Isla García, Pozo Ramón, Chañaral) donde vivían casi cien personas en cada una. A esto hay que sumarle otras poblaciones como El Cañón o El Quemado que son comunidades a la altura de Laguna Yema, contigua al bañado y cuyos pobladores fueron desplazados ante cada crecida.
Incluso debió diseñarse un centro de reubicación donde se brindo asistencia integral (alimentación, educación, salud y alojamiento) en los días de maxima de la emergencia a más de medio millar de familias.
Se expuso sobre el “enorme costo que demandara generar nuevamente toda la infraestructura y servicios, además de lo más oneroso que son las obras que deben ejecutarse todos los años y que los equipos técnicos acaban de diseñar los nuevos proyectos a realizar”.
Además se asistió a los productores en sus explotaciones, sobre todo los ganaderos de la zona, además de los aborígenes que tienen pequeños emprendimientos de ganado menor y de artesanías.