En coincidencia con los 50 años de su migración a Formosa donde se instaló para el ejercicio de la docencia en una escuela de Siete Palmas, el plástico Clemar Morales se apresta a rendirle un homenaje a su pueblo natal de Villa Dolores, Córdoba, con la exposición de cerca de veinte obras realizadas en óleo y temperas.
Ya emprendió viaje hacia allá en compañía de su esposa ya que debe organizar los preparativos de la muestra que se llevara a cabo el 8 de enero venidero en el Salón de Cultura Municipal.
La presentación responde a una iniciativa personal suya que fue acogida con beneplácito por la directora de Cultura y Educación Municipal de Villa Dolores , María E. Facchinelli, sobre todo porque ocurre en una época en la que hay una variada e intensa actividad cultural.
Es que en Villa Dolores- explica Morales- es la época de festivales como los de la Papa y del Reencuentro, en este caso con la masiva presencia de nativos de dicha ciudad serrana cercana al límite con San Luis que regresan en esta época a sus lares originarios.
Aspira mostrar a sus compueblanos una serie de trabajos que testimonian los bellos lugares que regala la naturaleza formoseña, el litoral con sus verdes, sus riachos, sus lagunas, esteros y sus anchos ríos; su folclore, costumbres y la convivencia con los originarios
A su regreso a Formosa, Morales proyecta realizar una muestra especial por el medio siglo de su vida docente y artística en Formosa que la ha volcado en un libro que completa para presentarlo en la ocasión.
Sin dejar de evocar el paisaje del territorio donde nació y al que comenzó a plasmar en sus obras a los 18 años- actualmente tiene 70- reconoce que después lo cautivo Formosa aunque siempre regresa a Villa Dolores para captar los rincones serranos con sus riquísimas paletas y colores.
«Después de 15 años vuelvo a exponer en Villa Dolores con estos humildes trabajos que son el fruto de ese devenir constante con mis regresos, con la mirada atenta y en comunicación con el colorido rincón serrano», comenta.
Reconoce que su inspiración mucho tiene que ver con el objetivo local de ir recreando una identidad cultural propia evocando que tras su llegada en 1968 para ejercer como maestro en una escuela de Siete Palmas lo que más lo impresionaron fueron las palmeras.
“Me impresionó la cantidad de palmeras, me hice amigo de ellas. Por eso hice tantos cuadros donde están las palmeras que las siento como propias”, precisa para confesar que “no hago sino hacerle caso a los grandes maestros que tuve ocasión de conocer y que reiteraban acerca de la necesidad de buscar el alma del paisaje y en Formosa yo encontré eso”.
Además de los ceibos y chivatos que pintara confiesa que ha sido el río Bermejo –al que contemplo y transito hasta de noche– lo que más lo conmovió hasta por su propia filosofía ya que cuando se produce su bajante quedan los distintos estamentos donde estuvo el agua.