“Una noticia viralizada a través de Facebook, da cuenta que una persona promete matarse si no se entregan las viviendas adjudicadas y responsabilizan a las más altas autoridades provinciales como culpables. Pero es falso”, expone la Defensoría del Pueblo local.
Un video, montado como tráiler de una serie de Netflix, aborda el escándalo de los Panamá Papers: muestra a Pedro Almodóvar como su director y termina con una escena del presidente de la Argentina, Mauricio Macri. Pero es falso. Una imagen que circula por las redes sociales muestra un supuesto extracto bancario de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner y una frase en la que se dan por ciertas y verificadas por la justicia argentina un par de cuentas a su nombre en un paraíso fiscal. Es falso, también.
Desde la Defensoría, más precisamente desde el -ODEPOE- (Observatorio de Derechos Políticos y Electorales), consideraron que ya se ha entrado de lleno a la carrera presidencial 2019 en nuestro País. Según varios medios y lo que podemos desde ya observar, esta será también una de las campañas más sucias desde el retorno de la democracia en el país, en 1983. Informaciones falsas como las anteriores circulan por Twitter, Facebook, Instagram y WhatsAppdesde hace semanas contra candidatos a nivel nacional, provinciales y municipales. Ataques como estos se conocen ahora como “Noticias Falsas”, pero circulan desde hace décadas en la Argentina como “pescado podrido” o “fruta”. La diferencia es que, estos días, se distribuyen de manera imparable por las plataformas digitales, donde son nulos las verificaciones de datos. La pregunta es la siguiente: ¿Qué se puede hacer para que en las elecciones argentinas de 2019 las noticias falsas no desborden la campaña electoral, como sucedió en Brasil? ¿Cómo hacer para que la distracción de la desinformación no consuma el debate político, tan necesitado de propuestas claras ante los graves retos que afronta el país?.
El Ombudsman José Leonardo Gialluca señaló que “existen algunos proyectos como chequeado, un sitio digital sin fines de lucro que se dedica a la verificación del discurso público y a alertar sobre datos falsos o tergiversaciones. Así que la solución tiene que estar en los votantes. Las capacidades técnicas de internet para distribuir masivamente información no verificada nos obliga a cambiar como ciudadanos: ser más cautos con lo que leemos y lo que distribuimos”.
Las redes sociales y aplicaciones de mensajería, como WhatsApp -el canal en el que, según un estudio durante las últimas elecciones presidenciales de Brasil, más de la mitad de los mensajes enviados con contenido político contenían noticias falsas-, a menudo ofrecen dos atractivos a quienes quieren ensuciar a un rival. El primero es el anonimato: la oportunidad de lanzar una piedra y esconder la mano con escasas o nulas probabilidades de ser atrapado. El segundo es su efecto multiplicador: una buena mentira, bien contada, puede dar la vuelta al mundo aunque su emisor sea una persona con pocos seguidores.
En la Argentina, además de chequeado, hay otros sitios como Transparencia Electoral que se aprestan para sumarse a la cruzada de combatir la desinformación; Google y Facebook ya firmaron un acuerdo contra las noticias falsas durante las elecciones en Brasil, y varios medios de comunicación destinarán tiempo y recursos a separar la mentira de la verdad. Pero eso no alcanzará para detener lo que podría convertirse en un tsunami de desinformación. “Nadie está listo para enfrentar la velocidad y el volumen de este problema de noticias falsas. Algunos candidatos -y muchos de sus seguidores más polarizados- buscarán que esta campaña electoral sea desagradable y caótica, pero dependerá de los ciudadanos que las mentiras no se multipliquen ni que ocupen lugares centrales en la conversación pública.