Por el periodista Justo Urbieta.
En vísperas de un nuevo aniversario de la Provincialización alcanzada el 28 de junio de 1955, se evocaron las expresiones de reconocimiento del gobernador Gildo Insfrán a aquel puñado de vecinos del entonces territorio nacional que entendieron que ya no se los podía seguir gobernando por delegación.
Esa postura del mandatario fue expuesta públicamente en la apertura de las sesiones legislativas de 2005, en coincidencia con el Cincuentenario, ocasión que encontró al pueblo formoseño en la tarea de liberar todo el potencial de energía y creatividad que alentaba para alcanzar el horizonte pleno de posibilidades que merece.
En esa recordación de quienes protagonizaron la gesta de abril de 1955, el primer mandatario significó que habían entendido que era necesario conquistar el reconocimiento político y jurídico.que otorgase las plenas competencias de un estado autónomo.
“Ciudadanos que- lo reconocía- con todas las dificultades de entonces, encendieron en el pecho de todos los habitantes del territorio la llama de ser constructores responsables de su historia, motorizando una gesta que en enero de 1955, en una Asamblea Popular en el cine teatro Italia, eligió por aclamación una Comisión para gestionar la provincialización, designándose como presidente al Señor Vicente Arcadio Salemi”,
De todos modos, resaltó el gobernador Insfrán en aquella oportunidad que cincuenta años de autonomía institucional en la vida de un pueblo eran, en verdad, muy pocos, más aún, mirando alrededor para ver provincias que nacieron en los albores de la Patria.
También valoró que hubo que ponerse de pie y marchar al ritmo que imponían las urgencias de la realidad propia y, a la vez, tratar de emparejar el crecimiento de otras provincias que parecía estar lejano.
“Resultaba claro, entonces, que únicamente atacando a fondo los problemas estructurales que trababan nuestro crecimiento en todos los órdenes, podíamos poner a Formosa en el camino de su plena realización. Nosotros los teníamos identificados con precisión, como así también, teníamos un programa global para superarlos. Obviamente, el tratamiento de estos, requería y requiere recetas que se administran en diferentes tiempos y espacios, en una gestión de alta complejidad, que, a la vez, es estratégica y cotidiana, que combina planificación con inmediatez, que asigna roles productivos y recursos”, apuntó.
El Gobernador subrayó ante los diputados de aquel entonces y el pueblo todo que esas consideraciones condujeron de la mano hacia un modelo que no era necesario inventar, puesto que estaba dado por la realidad misma y que solo era cuestión de conocerla en profundidad y comprenderla, para señalar un destino posible y las formas y caminos para alcanzarlo.
Y reflexionaba en tal sentido acerca de que el anclaje en la realidad, es la plena garantía de la efectividad y vigencia del plan trazado y que la realidad, cuando se la mira no solo con el intelecto, sino también con el corazón, siempre brinda las respuestas correctas.
“No hubo un salto al vacío, ni una apuesta al éxito por voluntad del azar. Nada de eso, existía y existe un plan de acción y transformación, trabajado con la meticulosidad suficiente, como para asumir la tarea sabiendo, desde el primer minuto, los pasos que debíamos seguir y la magnitud del desafío. Para describir la situación de entonces, nos venia como anillo al dedo aquella imagen que utilizara ese gran médico rural don Rene Favaloro para describir la crisis «había que operar y, al mismo tiempo, fabricar el bisturí», explicó en aquella histórica sesión.
Marcó que a esa tarea se avocaba de entrada y en ella perseveraba con la misma decisión y el mismo convencimiento de ayer porque “nada nos fue fácil ni sencillo”.
Crisis
En ese mensaje de 2005 en la Legislatura, Gildo Insfrán hizo referencia a la gravísima crisis, por todos conocida y padecida, que enfrentó la Nación y que obligó a volcar los mayores esfuerzos en la resolución de los problemas coyunturales, consumiendo tiempo, recursos y energía.
Sin embargo, manifestaba que “el día a día no nos apartó de nuestro proyecto a largo plazo; mantuvimos invariable aquella apreciación estratégica del comienzo, e incólume la decisión de alcanzar los objetivos de base: revertir los vicios estructurales que nos negaban todo destino”.
“Vicios que arrastrábamos desde que éramos Territorio Nacional, cuando se nos negaba nuestra identidad, se malformaba nuestro crecimiento con impedimentos y trabas arbitrarias y después, alcanzada ya nuestra autonomía institucional, se nos negaba la mayoría de edad mediante intervenciones resueltas por remotos burócratas, ignorantes supinos de nuestra realidad, por completo ajenos a nuestra forma de ser y de sentir”, subrayó.
Mencionó, entonces, las consecuencias más graves generadas por esas deformaciones, para indicar que, además de la degradación de los recursos productivos, se sometió a una explotación extractiva e irracional y que en la zona Este, casi novecientas mil hectáreas se adjudicaron a unas pocas familias, para sintetizar que ello resaltaba una mentalidad dependiente nacida del hábito de esperar que todo llegara de afuera, sin esfuerzo, sin autogestión, como una dádiva que solo había que usufructuar señalando la inmovilidad y el quietismo que caracterizaban a nuestra sociedad.
“El gobierno en manos de agentes foráneos, simples ejecutores de directivas impartidas desde la capital del país, estaba divorciado de los intereses colectivos que ni interpretaba ni sentía. Para la mayoría de esos funcionarios, su tránsito por el Estado era más una oportunidad para una rápida promoción personal que la posibilidad de transformar una realidad injusta”, insistió el Gobernador en su discurso en el cincuentenario de la gesta de la Provincialización.