UN MODELO INEDITO QUE CAMBIO LA VISIÓN DEL CAMPO
Este martes 15 se conmemoran 24 años del lanzamiento por parte del gobernador Gildo Insfrán del Programa de Asistencia Integral para los Pequeños Productores (PAIPPA), ideado para que la familia campesina consiguiera en pocos años una notable evolución social y económica.
Ocurrió en 1996 en General Belgrano cuando se conocieron las primeras propuestas de un programa orientado a una franja de trabajadores rurales pequeños, al observar que era el único estrato excluido del sistema social, económico y financiero y que familias agricultoras -con predios de entre tres y veinticinco hectáreas- optaban por el éxodo ante el resultado negativo de su esfuerzo en las chacras, y terminaban por establecerse en la periferia de esta ciudad o en las villas de las grandes urbes.
Se dedicaban en forma excluyente al cultivo de algodón y al término de la cosecha advertían que los precios que les pagaban no alcanzaban siquiera para cubrir el costo de la canasta familiar.
En aquella histórica e inolvidable jornada, el Gobernador les propuso un cambio de mentalidad y de procedimiento a partir de un modelo inédito, singular, que ponía énfasis en la realización plena del campesino como ser humano en su integralidad y no solamente en su condición de minifundista.
Inicialmente 8.500 familias fueron incluidas en el PAIPPA y luego se sumaron las que habitaban en los tres departamentos del Oeste, para alcanzar la cifra de 10.000 en la actualidad.
La ayuda estatal fue progresiva y creciente. Desde la entrega de cajas con alimentos, primero y la capacitación después para que actúen solidariamente, de modo asociado, que reemplazó al individualismo egoísta que resultaba pernicioso para que se pudieran cumplir sus expectativas de una mayor calidad de vida desde su propio esfuerzo.
Se sumó a ello la asistencia sanitaria y la implementación de un seguro de salud; la distribución gratuita de medicamentos y la creación de las escuelas rurales que fueron superando los distintos niveles hasta alcanzar, en la actualidad, el académico con la creación del Instituto Universitario Formoseño con sede en Laguna Blanca de donde ya han surgido las primeras promociones de egresados en carreras de ingeniería y tecnicaturas en temáticas íntimamente relacionadas con la realidad productiva de la provincia.
Pero también la apuesta se refería a la diversificación productiva que puso fin al monopolio del algodón; la construcción de las viviendas rurales PAIPPA en la propia chacra y adaptadas a la cultura lugareña; la intervención gubernamental para la fijación de precios de referencia para sus productos, la incorporación de valor agregado a su producción, un avance raudo hacia la industrialización.
Dueños de la tierra
Sin embargo, el bien mayor para los campesinos fue el haber conseguido convertirse progresivamente en propietarios de las tierras donde vivían y trabajaban.
Primeramente, se los convenció para que además de algodón sembraran maíz y otros cultivos frutihortícolas para atender la alimentación familiar.
Se crearon, además, las ferias francas en esta ciudad y otras localidades del interior, donde, sin intermediación, los campesinos tienen ocasión de colocar su producción de verduras, frutas y hortalizas.
Luego, se les enseñó que debían ocuparse de la estandarización de la manufactura y el envasado de los productos de la tierra para garantizar al consumidor las buenas practicas bromatológicas.
Fue común verlos preparando mermeladas, escabeches, quesos sometidos a una prensa mecánica diseñada por el organismo que los nuclea con el rango de Instituto, con la finalidad de que el comestible garantice un saneamiento del ganado y personal también mejorándolo para que se obtenga leche y queso durante todo el año y se convierta en un producto distintivo, sobre todo teniéndose en cuenta la alta demanda que tiene el queso criolla en la cocina formoseña.
Ahora, las hormas ya son identificadas con una forma, un logo y el nombre de quien lo elaboró con las practicas bromatológicas correctas.
Con la incorporación de los pequeños productores pecuarios del Oeste, sobre todo para el manejo de vacunos, cerdos y caprinos, se los incorporó al Plan Ganadero enseñándoseles acerca de las estructuras intraprediales y el manejo de pasturas, sobre todo lo que les permitió organizarse en asociaciones ruralistas que progresivamente expusieron en ferias u remates el fruto de su esfuerzo.
Hacia la mecanización
También les llegó la hora de la mecanización porque la mayoría de los «paipperos»-gentilicio con el que se los identifica a los incluidos en el PAIPPA- trabajaba aún con arados de mancera.
Ahora, en tareas grupales y asociadas entre productores y hasta con la participación de los municipios utilizan tractores, rastras, sembradoras , cosechadoras y otros equipos y herramientas especialmente diseñados con el objetivo estratégico orientado a la recuperación de la fertilidad de los suelos y su conservación sustentable para beneficio de las futuras generaciones.
Como resultado de este programa se crearon las escuelas rurales para brindar un espacio al niño y al joven para que puedan aplicar sus conocimientos sobre la acción asociada, en todas las facetas del proceso productivo.
Otro de los aspectos que abarca el PAIPPA tiene que ver con la construcción de las viviendas rurales en la propia chacra de los productores, aunque la gran conquista haya sido alcanzar la propiedad de la tierra que se concreta sin costo alguno y que muy pronto avanzará con sus beneficios a un millar de pobladores del oeste para afirmar su arraigo en las colonias y localidades donde viven y trabajan junto con sus seres queridos.
A 24 años del lanzamiento de este programa novedoso, ya hay que hablar de 10.000 familias para las que se aspira un destino inmejorable a partir de la asociación, capacitación y expansión de sus horizontes productivos.
Para 17 mil familias
Un aspecto que los enorgullece tiene que ver, en términos comparativos, con el cambio que los tiempos han permitido apreciar acerca de la relevancia de su labor.
Aquellos que recibían cajas alimentarias del Gobierno provincial para mejorar su calidad de vida son los mismos que en la actualidad aportan la mayoría de los productos que conforman las bolsas con productos frescos y nutritivos que se distribuyen a poco más de 17.000 familias altamente vulnerables de esta capital, a través del Plan Nutrir.
Junto con esta contribución del Instituto PAIPPA se suma la de los Centros de Validación de Tecnologías Agropecuarias (CEDEVA) así como del Ministerio de Producción y Ambiente.
Empresa social
El anhelo superior es avanzar en la organización de una gran empresa de 10.000 socios produciendo a escala y comercializando, conjuntamente, sus productos primarios pero también con el agregado de valor.
Es que se apuesta a un progresivo proceso de industrialización de la materia prima para que las plantas y fabricas se establezcan junto a las chacras y quintas, es decir que cada familia se convierta en emprendedora y administradora de su propia Pyme.