Escribe: Raúl Candia
El resultado de las distintas medidas que se toman en la Provincia de Formosa frente a la pandemia del Coronavirus demuestran el interés y el compromiso por proteger la vida de los formoseños, sus familias y comunidades. El acierto en las decisiones políticas del Gobernador Gildo Insfrán nos coloca en un estatus sanitario envidiable ante un contexto en la región para nada alentador.
Esta realidad que gozamos los formoseños no es un hecho aislado, tiene que ser analizada en el marco de un proyecto de gobierno que coloca a la persona como centro de sus políticas y busca la forma de garantizar su calidad de vida en igualdad de oportunidades.
Esta manera de enfrentar a la pandemia es un proceso de construcción conjunta entre pueblo y Gobierno que necesita ser puesto en valor, cuidar y defender. Todos tenemos la obligación de cuidarnos y cuidar a los demás, colocar el bien común por encima del bien personal. En este sentido llama la atención las operaciones mediáticas y los cuestionamientos que realizan algunas personas movidas por fines egoístas y muchas veces políticos ante las medidas de cuidado y prevención que vamos asumiendo como pueblo.
Recientemente, ante el hecho ocurrido esta semana en la localidad de El Chorro, algunos representantes de la Iglesia plantearon razones culturales para justificar la ruptura de medidas sanitarias, han expresado también la presencia de un racismo encubierto en la zona e incluso han calificado como represivas algunas medidas tomadas para garantizar el orden social.
Ante estas opiniones es justo brindar una aclaración apelando a la memoria para evidenciar todo lo que se viene realizando en la mejora de la calidad de vida de los pueblos originarios de la zona. Se ha garantizado el acceso a la salud y a la educación mediante la construcción de escuelas y centros de salud dotados de personal y recursos suficientes para estos servicios. Se ha llegado a distintos parajes y pueblos con las redes de agua potable y energía eléctrica. Se consolidaron distintas instancias productivas y de trabajo desde las posibilidades que brinda el territorio. Por mencionar algunos aspectos como ejemplo de las realizaciones alcanzadas.
Esta igualdad de oportunidades surge del reconocimiento pleno de las personas que allí habitan como verdaderos formoseños respetando su matriz cultural e idiosincrasia. Son reconocidos como plenos ciudadanos con derechos, pero también con deberes. Esto último hace que también se encuentren obligados a asumir su responsabilidad en la parte que le corresponde a la hora de prevenir el avance de Coronavirus. La condición étnica o cultural nunca puede justificar el ir en contra de medidas que pretende protegerlos a ellos mismos, a sus familias y comunidades de la posibilidad de un contagio.
Además, nos reconocemos como una Provincia multiétnica y pluricultural. Es decir, que los rostros, los acentos, las costumbres de los formoseños asumen múltiples expresiones. Este hecho enriquece nuestra identidad, nos une mucho más de que lo que nos distingue.
No se puede hablar de racismo como si viviéramos siglos atrás donde existían grupos o colectivos que eran excluidos de sus derechos para incrementar el bienestar de otros sectores. Tenemos un proyecto político que incluye a todos. Sin lugar a dudas la convivencia siempre presenta desafíos que deben ser superados a través del diálogo y la búsqueda del bien común. Esta es la dinámica propia de las relaciones humanas.
En el oeste formoseño son más las situaciones en las que se evidencian una convivencia en paz entre originarios y criollos. Comparten instituciones educativas, servicios de salud, emprendimientos productivos, es decir aprenden a convivir desde la diversidad. Nos parece muy injusto separar con adjetivos calificativos a una misma población tratando de establecer rencores y división.
Por todo esto, es lamentable la labor de algunos que lejos de contribuir al esfuerzo común en el cuidado ante el virus, siembran discordia tal vez perseguidos por sus propios fantasmas. Ante esta situación los formoseños nos sentimos más que nunca fortalecidos porque somos conscientes de que nadie se salva solo, nos salvamos en comunidad, tal como lo expresa el Papa Francisco.