Un grupo de jóvenes cristianos que dieron cumplimiento a lo normado para este tiempo de pandemia, se animaron para tomar sus bicicletas y marcharse a cubrir tramos de la ruta 81 en una suerte de homenaje imaginario a los actos y la razón de ser del Vía Crucis Formoseño así como el recuerdo de su mentor, el obispo emérito monseñor Raúl Marcelo Scozzina.
Se trata de chicos del grupo Las Lomitas de la Fundación Vía Crucis Formoseño que desarrollaron el tramo comprendido entre la mencionada localidad y Laguna Yema, recorriendo 100 kilómetros de ida y otros tantos de regreso.
En esta jornada se comprometieron a mantener viva y vigente la idea y el objetivo de su mentor para realizar un recorrido imaginario de las catorce cruces del Vía Crucis Formoseño, el más largo del mundo con 502 kilómetros de longitud reconocido por Guinness Internacional, no solamente para abrir sus sentimientos a quien atravesó el camino de la cruz para salvar al hombre del pecado.
Quienes crecieron junto a él en el predio que después alojara a la Iglesia Catedral Nuestra Señora del Carmen, esto es antes de alcanzar esa jerarquía, evocan a ese hombre de baja estatura dotado de una personalidad envidiable, con una mirada penetrante que alcanzaba para ubicar a los chicos que exageraban en sus travesuras.
Es que durante su gestión de párroco de la iglesia acostumbraba a acompañar a quienes solían disputar fútbol y otro tipo de actividades físicas en el sitio que actualmente ocupa el Club Social , próximo a la sede de la Legislatura y que al dejar de ser baldío se convirtió en la cancha de básquetbol del Club Vial Formosa.
Rostro severo pero corazón noble, así lo caracterizaban nuestros padres a quien fuese el paí Pacífico a poco de llegar de Santa Fe, donde había nacido en la comunidad rural de San Martín Norte, en el seno de una familia de inmigrantes italianos que le transfirieron los valores esenciales y , sobre todo, lo criaron con afecto y amor.
Como todos ya saben lo del Vía Crucis en estas jornadas para rezar desde la imaginación y el sentimiento, sirve , además, para referenciar a Scozzina.
En un encuentro sorpresivo con el paí Pacífico mencionó lo feliz que se sentía recorriendo los barrios periféricos ya que le permitía estar cerca de la gente más humilde.
”Me gusta como sacerdote ejercer el ministerio en los ambientes sencillos y humildes de los pueblos rurales, de los barrios. Por eso,cuando dejé Formosa, mi tarea fue andar por los pueblitos del norte del Chaco y de Santa Fé. Siempre me sentí más animado, más reconfortado con la gente sencilla y simple. La Iglesia ha hecho su opción por los humildes.No es nada nuevo.Es en el Evangelio donde el mismo Cristo expresa, repitiendo al profeta Isaías, que El ha sido enviado a evangelizar a los pobres”, contaba.
Ante la consulta acerca de si ese criterio no conllevaba de modo subyacente cierta actitud discriminatoria, aclaraba que ni Cristo ni la Iglesia quieren hacer una diferenciación de personas en el convencimiento que pobre, según el Evangelio, no es el que no tiene bienes materiales sino aquel que está desprendido de las cosas puramente materiales y las usa sólo para hacer el bien a la humanidad.
“El pobre es aquel que vive junto con los otros porque siente necesidad de Dios como de sus hermanos ,los hombres.El rico, entretanto, es quien vive solo, el que se aisla.Que vive, como lo expresa el Concilio, en una jaula dorada.Porque se siente bien, está satisfecho con los bienes materiales.Y se ha vuelto tan egoísta que su corazón llega a endurecerse y sus ojos a cerrarse de tal manera que no ve ni siente los problemas que se suceden a su alrededor”, reflexionaba.
Esa visita de monseñor Scozzina coincidía , como ahora, con un momento sumamente difícil de la vida nacional , se impuso consultarle si en una sociedad como la nuestra, en la Argentina, donde a diario se escuchaba que la crisis golpeaba,era profunda y que hasta había llegado el último momento, que no dejaba otra alternativa que la del sacrificio y del esfuerzo supremo ¿por qué persistía esa diferenciación entre ricos y pobres ?
Y Scozzina esclarecía señalándonos que era la misma Iglesia, el mismo Papa Juan Pablo II y los episcopados los que insistían n en que se iban profundizando esas diferencias que el Concilio titulaba “Odiosas diferencias”, que separan a los ricos de los pobres, de los pueblos ricos a los pueblos pobres.
”Esto nos resbala hacia el terreno político.Pero debemos abrir los ojos ante la realidad y ver cómo se está desarrollando la historia tanto del mundo como de nuestro país donde todavía hemos tenido que ver una guerra del tipo de las que creíamos superada, después de la triste experiencia de la Segunda Guerra Mundial”, advertía.
Y ponía como ejemplo los acontecimientos de la guerra del Golfo Pérsico, los aliados, los iraquíes:”Con horror hemos visto que el hombre es capaz de estas cosas.No debemos ponernos a pensar cuál de los bandos tenía razón, más bien tendríamos que coincidir en que ninguno de los dos la tenía.Porque cuando empiezan a hablar las armas, se acaba la razón y toda dignidad, propia del hombre porque empieza a hablar la barbarie de la muerte y de la destrucción”.
Se le inquirió, entonces, acerca de qué costado del hombre partían esas contrariedades y el obispo emérito no dudó en responder atribuyéndolo al egoísmo cada vez mas acentuado de los poderosos, tanto de los pueblos poderosos como aquellos que en los países en estado de desarrollo-entre los cuales está el nuestro- se sienten los poderosos que abusan de los necesitados y que no se preocupan por limar esas diferencias para que se dé realmente la justicia.
Y a modo de síntesis de ese rico e inolvidable diálogo, se le preguntó si la odiosa circunstancia de la guerra podría compararse con lo que le estaba aconteciendo a la familia argentina.
Y el sacerdote sostuvo que la familia estaba muy atacada aunque reconocía que “ gracias a Dios, en muchos lugares de nuestra Patria todavía es un valor. Un valor que muchos pueblos, que se llaman más civilizados que el nuestro, lo han perdido”.
Llamó a tener cuidado porque entendía que se corría el riesgo muy grande de que también se lo pudiese perder en la Argentina al considerar que “ Hay una influencia permanente de los medios de comunicación que llegándonos desde otras partes-porque ya no hay barrera ninguna que pueda detener esos mensajes-se corre el riesgo de perder el valor familia que es, hoy por hoy,el valor más grande de nuestra Argentina”.