En homenaje al rol que realizan los bibliotecarios y las bibliotecarias, cada 13 de septiembre se reconoce y resalta la labor que realizan todos los profesionales que llevan adelante este oficio a favor de la enseñanza, docencia y comunidad en general.
“Nuestra profesión exige paciencia inagotable, creatividad infinita, compromiso inmenso, pero especialmente exige la certeza que consideremos una vocación. Nos permite ser capaces de pasar de la antigüedad griega a la era espacial en solo una hojeada, de hablar de Dios a hablar sobre la clonación de animales, de investigar cómo se hace un tallo artesanal para yuca, a conocer el funcionamiento de un generador atómico, de contar historias de fantasmas y duendes, a narrar historias de la vida real, somos de esas personas que en mi niñez yo creía que eran sabios, pero en realidad eran nada más y nada menos que Bibliotecólogos y en letras mayúsculas”, expresó Adelaida Araujo, Técnica Superior en Bibliotecología y Bibliotecóloga Social, quien actualmente se desempeña en la Biblioteca Central del Ministerio de Cultura y Educación y en el Instituto Superior de Formación Docente y Técnica para Nivel Inicial.
Además, agregó: “La biblioteca, ya no es ese edificio alto de paredes gruesas, donde todo está inmaculado y ordenado, ahora nuestras bibliotecas son alegres, vivas, donde se siente calor humano, donde se combinan lo antiguo con lo moderno, el pasado con el presente, y el presente con el futuro, donde los libros comparten su espacio con la tecnología y la virtualidad(…)los bibliotecólogos del siglo XXI, somos personas fuera de lo común, y aunque nuestra labor se nos multiplique, no es un problema, porque creo que dentro de todos nosotros existe esa vocación de servicio que nos deja alcanzar la gloria y la felicidad cuando recibimos un ¡Gracias! y una sonrisa como parte del pago de nuestra labor”.
Dentro de esta tarea, la de ser gestores de la información, los bibliotecarios y bibliotecarias organizan y suministran los diversos archivos bibliográficos educativos tanto digitales como en formato papel para incentivar la lectura, responder al interés de la comunidad y acompañar los procesos de enseñanza y aprendizaje, de formación continua.
“Ser bibliotecaria más allá de las tareas cualificadas del rol propio del quehacer bibliotecario, de gestionar, administrar, recopilar, almacenar y difundir la información, requiere de otras tareas como ser servidora, cautivadora y motor de la cultura y la lectura. Se trata de construir un estereotipo de tal manera que la sociedad sea y forme parte de la razón de ser de la biblioteca. Es dar personalidad a la biblioteca, es crear el espacio propicio para el encuentro con los libros”, sostuvo Araujo.
Asimismo, dijo: “El mayor desafío que iniciamos en pandemia fue el de educar a la distancia y aprender entre todos como resilientes de la educación, amigarnos con herramientas tecnológicas para seguir acompañando y fortaleciendo el trayecto formativo para los futuros profesionales de la información, donde hace dos años atrás solo era el escenario el espacio físico de las bibliotecas y las aulas institucionales. Sin lugar a dudas acompañando la historia de los formoseños, como todas las profesiones que forman parte de la educación, la nuestra una vez más se fortalece con el avance de las nuevas tecnologías en un escenario diferente”.
La pasión y grandeza de esta especificidad reside en “salir feliz a trabajar todos los días, porque amo mi profesión”, comentó Araujo. Además, para concluir, citó dos frases recordando al escritor Mario Vargas Llosa: “Dios me hizo poeta y yo me hice Bibliotecaria”, “Siempre he dicho que lo más importante que me ha pasado en la vida ha sido aprender a leer, y creo que no hay una pizca de exageración en esta frase”.