«Nada que festejar», dice Alberto Fernández, pero enfatiza que se abre una oportunidad. Los peligros del default, lo que pudo pasar si no había acuerdo. Las diferencias con Macri y las críticas.
Por Mario Wainfeld en Página 12
“La tragedia no es el acuerdo que hicimos con el Fondo: La tragedia es haber vuelto al Fondo” describe el presidente Alberto Fernández. “No celebro lo que firmamos. Esa no es la expresión correcta; no hay nada que celebrar. Pero si el viernes no firmábamos, hoy no estaría hablando con usted sino analizando si decretábamos feriado cambiario el lunes”. Para el Presidente el default no era opción válida, hubiera detonado una catástrofe.
El mandatario dialogó un rato ayer a la tardecita con este cronista, por celular, de modo informal. La conversación no se graba pero se autoriza a divulgarla, de buena fe.
“El martes –rememora el mandatario—le dije a Martín Guzmán (el ministro de Economía) que si no cerrábamos trato antes, el viernes no le pagábamos la cuota al Fondo”.
El escenario ulterior (virtual y no concretado) agrega, le fue adelantado por autoridades de la Banca Europea de Inversión. “Teníamos un contrato de inversión en puerta, para firmar el viernes. Me adelantaron que solo se haría si mediaba arreglo con el FMI”.
“China y Rusia no son excepción –describe y se enoja un poco–, se equivocan los que creen que podemos arreglar con ellos a espaldas del resto del mundo. No entregan nada si no se está en regla con los organismos internacionales de crédito”.
“No provocamos la tragedia, la estamos reparando” – reincide el mandatario. “Nadie más crítico que yo, fui el primer presidente que inició acciones judiciales contra los que pactaron un crédito, burlando todas las reglas legales”.
“¿Para qué sirven esas demandas que nunca llegan a sentencia?”, cuestiona el cronista.
“Para marcar diferencias, para que no quede todo impune. No hago borrón y cuenta nueva” se embala el presidente-abogado. Y enfila contra Macri: “ellos pidieron el préstamo y suprimieron los ministerios de Trabajo, de Salud y de Ciencia y Tecnología”. “Nosotros conservamos la inversión social en todos esos rubros”. “No podíamos consentir cambios estructurales con tanta pobreza y pandemia”. Esa diferencia con los Acuerdos clásicos es la fortaleza argentina, la prueba de que se negoció con firmeza, remarca el presidente quien minimiza el riesgo de presiones insoportables en las revisiones trimestrales. “Sin metas estructurales no hay margen para que nos exijan cambios de políticas. Los resultados cuantificables se medirán por año, no cada tres meses. Podemos cumplirlos, si sostenemos el crecimiento. En 2021 bajamos el déficit fiscal superando nuestras previsiones… y pagándole al Fondo”.
“La espada de Damocles sigue ahí” sugiere el cronista. Fernández discrepa: “Podemos crecer un cuatro por ciento, si mejoramos la administración tributaria, que paguen impuestos los que tienen que pagar”. No alude a reforma fiscal ni a nuevas leyes sino a los debates con la oposición sobre las alícuotas de Bienes Personales.
Cuando se le pregunta sobre la inflación o la desigualdad, resalta qué difícil fue gobernar “con las amenazas del Fondo y la pandemia”. La inflación “es una tarea pendiente, queda por delante la lucha contra la concentración económica, acentuada pero no iniciada en tiempos de Macri”. Por un rato el mandatario abandona la economía y se va a la tele, al fútbol. “¿Vio cómo aplicamos la ley de Defensa de la Competencia a Disney? Ellos amagaron repartir algunos contenidos (el fútbol u otros deportes). Le exigimos que desinvirtieran porque tienen posición dominante”.
En un palique así, el protagonista no usa la frase- consigna “sin comentarios”, pero el presidente Alberto rehúsa hablar de debates o internas en el Frente de Todos. “No es el momento”.
Nobleza obliga, cuando se lo interroga acerca de la necesidad de promover nuevas políticas sociales AF prefiere imaginar que de sostenerse el crecimiento llegarán soluciones al mercado de trabajo. Asume que hay sectores sociales informales que tienen que ser tutelados tras cuatro años de malaria económica. “El gasto social llega al 11 por ciento del PBI, es una cifra alta en el mundo. Pero seguramente la asignación tiene fallas, hay que revisarla”. De nuevo, retorna al eje de la conversación: ahora es el momento, tras el alivio que trae el acuerdo. La perspectiva de cambios cualitativos, de nuevas políticas sociales, no lo “engancha”, cuanto menos no en este diálogo.
“¿No cree que hay funcionarios que no funcionan para la nueva etapa, tan desafiante?”… el reportero pregunta y opina a la vez, como tantas luminarias de la tele.
“Puede que haya desgastes, hay que repasar”. Tiene la cabeza en otro lado, trata de transmitir que se dio un paso adelante.
“Recordé cuando pulseamos con el FMI, con Kirchner presidente. El titular del Fondo, Horst Köhler, pretendía que un comité de bancos internacionales comandara la reestructuración de la deuda argentina y que privatizáramos la banca pública. Nos opusimos, le pedí nos dejara hacer nuestra política. Meneó la cabeza, dudó un instante, me estrechó la mano…consensuamos. Era más un político que un economista, llegó a ser presidente de Alemania”. La condición de político asoma allí como virtud.
El presidente escucha los reproches, aún los del frente interno. Acepta preguntas críticas. Atraviesa el bálsamo de haber cerrado, está convencido de que la economía mejorará. “La industria vuela, la automotriz va muy bien, la temporada de vacaciones es súper exitosa, en un año vamos a estar hablando de otra agenda”. “Bajar el déficit es una necesidad no un castigo. No tengo la soga al cuello. Tenemos dos años sin pagos, es una oportunidad”.
Los temas pendientes ya lo asaltarán, ambos interlocutores lo saben. El viaje a Rusia y China está casi en pre embarque pero en estas horas Fernández atraviesa un trance de optimismo de la voluntad. Ojalá tenga razón, aunque quedan muchas polémicas por zanjar.