Por Daniel Moreno. Integrante del Tribunal Electoral Permanente de la provincia de Formosa. Abogado. Doctor en Derecho Público, Política y Gobierno. Especialista en Administración Pública Provincial y Municipal, en Derecho de Familia y en Derecho Procesal. Diplomado en instituciones profundizadas del Derecho Individual del Trabajo, en Ciencias Penales, en Derecho Constitucional y Derechos Humanos. Estudios profundizados en Derecho Electoral y Marketing Político. Exdocente universitario (UCASAL y UCP) y exobservador electoral Internacional (Brasil, Chile y Paraguay).
Podemos decir que los partidos políticos son tan antiguos como la sociedad misma, donde la sola diversidad de opiniones, las discrepancias, una concepción de vida común diferente del resto del grupo, resultaban factores más que suficientes para darles origen.
Esto sin perjuicio de la organización política o el nombre que se les haya dado “desde que existe el poder político, han existido tendencias de opinión que acompañaron a determinados dirigentes o ideas rectoras o fueron grupos que responden a intereses y creencias comunes y/o que luchaban por lograr el poder”. (Sanguinetti, Horacio. Curso de Derecho Político. Cuarta Edición Actualizada y Ampliada, p. 485. Ed. Astrea. Bs. As. 2000).
Donde los partidos políticos constituidos con una estructura y función directamente relacionada con el poder recién se plasmaron en el siglo XIX, antes de 1850 sólo existían en Estados Unidos y su consolidación se produce después de la Segunda Guerra Mundial.
Tal es así, que nuestros constituyentes de 1.853 no hicieron ninguna mención de los partidos políticos en el texto constitucional primigenio, será recién en la reforma de 1994 donde se los incorpora expresamente al texto constitucional.
Lo que demoró en nuestro país el surgimiento de los partidos políticos de carácter nacional fue el federalismo y el sistema de elección indirecta, las candidaturas que se decidían por agrupaciones locales. En 1880 el Partido Autonomista Nacional se constituyó como el primer esquema orgánico de alcance nacional.
Anteriormente ni saavedristas ni morenistas, ni unitarios o federales, ni el federal o liberal o el partido auténtico nacional, se adaptaban a lo que hoy se entiende por partido político en sentido moderno.
En la Ciencia Política ya no se discute el carácter necesario de los partidos políticos, más aún luego de la reforma constitucional de 1994, donde se expresa concretamente que «son instituciones fundamentales del sistema democrático» (Art. 38 CN).
Pero será la dinámica de los acontecimientos económicos, políticos y sociales lo que transformó en los últimos años la estructura jurídica-electoral, más que nada en la forma de presentación de los partidos políticos en cada proceso electoral.
Donde advertimos que las diferentes agrupaciones, llámese Partido Justicialista, Unión Cívica Radical, por citar a los más tradicionales de la política nacional, adoptaron como forma de presentarse ante el electorado una unión permanente o transitoria de frentes o alianzas electorales, bajo un nombre de fantasía, por ejemplo a las conocidas Unión por la Patria o Juntos por el Cambio, se le suma ahora La Libertad Avanza. (Art 10 Ley 23298).
Aquí es donde los ciudadanos podemos advertir la verdadera importancia que tienen los partidos políticos, por ejemplo saber cómo surgieron, cómo piensan, cuáles son sus ideas y propuestas, donde quieren ir como modelo de país y fundamentalmente qué sistema de Gobierno quieren implementar quiénes integran cada espacio político.
Entendiendo por espacio político, a cada una de estas alianzas o frentes electorales, compuestas por diferentes partidos políticos, que postulan a sus candidatos a cargos públicos electivos como presidente y vicepresidente, senadores o diputados nacionales, bajo un nombre de fantasía.
Así vemos al espacio denominado “Frente de Izquierda de los Trabajadores”, que inmediatamente nos representa a esa franja o porción política del electorado, que podemos o no compartir, pero es ampliamente conocida por la ciudadanía e incluso cuenta con varios legisladores en el orden nacional y figuras como Myriam Bergman, Nicolás Del Caño etcétera.
Otro espacio político que postula sus candidatos a cargos nacionales es el llamado «Hacemos por Nuestro País», que se presenta y se los conoce, por lo menos a sus principales referentes (Juan Schiaretti y Florencio Randazzo), como provenientes del peronismo disidente e incluso cuentan con trayectoria y experiencia en la función pública.
Luego está la Alianza “Juntos por el Cambio”, que gobernó el país durante el 2015 al 2019, que hoy aparece como tercera fuerza nacional, la sabemos integrada por la Unión Cívica Radical, sin mucha injerencia en las decisiones dentro del espacio político, pero con una profunda e indiscutida trayectoria política nacional, en donde las decisiones son adoptadas por el macrismo como se los conoce popularmente a los integrantes de esa agrupación (Pro), que muy pocos o la gran mayoría de los argentinos no sabe el nombre del partido político al que pertenece Macri y/ o Bullrich, por el personalismo de esa fuerza política en la imagen del expresidente.
Así llegamos al segundo espacio político que ingresaría al ballotage, según la mayoría de las encuestas existentes, que es el llamado “Unión por la Patria”, que encabeza el actual ministro de Economía de la Nación y referente del Frente Renovador, Sergio Massa y cuyo principal partido y sostén político es el Partido Justicialista o más conocido como Peronismo, con varios partidos aliados, que gobierna y ha gobernado el país luego de los Gobiernos radicales de Raúl Alfonsín y Fernando De La Rúa.
En este proceso electoral advertimos un espacio político nuevo (La Libertad Avanza), pero conformado por la mayoría de los dirigentes que acompañaron a otros gobiernos nacionales y/o economistas que pertenecen a fundaciones o grupos de ultraderecha y/ o gobiernos de facto (dictadura), mal llamados neoliberales, encabezados por Javier Milei.
Lo llamativo de este espacio político es que dicen despreciar a la clase política, pero ellos mismos son todos políticos, independientemente que no conocemos incluso que partidos políticos lo integran y/o en caso de llegar al gobierno cómo se comportaría al carecer de experiencia en la gestión pública, donde sus ideas y expresiones tienen más que ver con partidos autocráticos o no tan democráticos.
En la ciencia política se entiende por partidos autocráticos a los que «persiguen fines personalistas que relegan a un plano secundario a la libertad y dignidad de la persona humana que como tal no es una finalidad, sino un medio para el logro de sus fines que pueden ser la superioridad de una raza, de una religión o de una clase social» (Badeni, Gregorio. Tratado de Derecho Constitucional. T I., p.761. Ed, LL).
Entonces comenzamos a entender un poco más por qué son importantes los partidos políticos. Ya que nos permite no solo saber que ideas y proyectos llevarán a la práctica en caso de ser gobierno sino también que sistema político tratarán de implementar.
También saber que responsabilidad política pueden tener o estarán cuatro años en sus funciones y luego volverán a sus puestos en empresas multinacionales y nunca más lo veremos como ocurre con los candidatos independientes o sin partido político en el derecho comparado.
Cuando ya a nivel mundial se ha creado una gran incertidumbre sobre la viabilidad práctica y jurídica del modelo económico que intentan instalar, cuando pone en duda la historia y soberanía de la Argentina en las Islas Malvinas, donde ni el Papa escapó a sus críticas salvajes, cuando se prometen soluciones rápidas y mágicas, al decir de nuestras abuelas cuando la limosna es grande hasta el santo desconfía.
Cuando cada vez son más los que dudan del espíritu democrático del espacio político liderado por Javier Milei, cuando habla de hacer desaparecer a los partidos políticos, sus dirigentes, con una visión anarcocapitalista extrema de devolver la mayoría de las funciones del Estado al sector privado, con la pérdida de derechos que ello implica para los sectores más desprotegidos, en materia de salud y educación entre otros.
No podemos olvidar que en estos últimos 40 años de democracia, hemos construido con mucho esfuerzo los cimientos institucionales y las reglas básicas de nuestro sistema democrático y lo fue a través de los partidos políticos, con aciertos y errores.
No podemos permitir que la incertidumbre por razones económicas nos gane las certezas de 40 años interrumpidos de pleno ejercicio de derechos democráticos, con un Estado presente cualquiera haya sido el gobierno de turno.
Por ello negar la importancia de los partidos políticos para el debido funcionamiento dentro de un Estado de derecho, es intentar tapar el sol con las manos en pleno verano formoseño o pretender abolir las instituciones democráticas.
Los argentinos tenemos un rumbo decidido como sociedad humana, cristiana y democrática, que debemos ratificar elección tras elección con la confianza en los partidos políticos de raigambre democrática para poder llevar a cabo la gran concertación nacional que necesitamos a fin de lograr el anhelado bienestar general dentro de un Estado presente.