Por Rodolfo Roquel
DNI: 7.482.425
En la Europa del Siglo XIX, después de las guerras napoleónicas y del período de reacción legitimista que las siguió, se produjo un interés especial sobre todos los problemas que planteaba la administración pública, tanto desde el punto de vista de su eficiencia, como de su legalidad.
En Francia, el problema principal fue el jurídico, porque como los tribunales judiciales tenían prohibido intervenir en juicios referidos a la administración se crearon tribunales administrativos y, se planteó por lo tanto la necesidad de encontrar un principio que resolviera los problemas de competencia entre ambos órdenes, así como individualizar aquellas justiciables. De ahí nació la noción de servicio público y de acto político o de Gobierno.
En Italia, surgió la necesidad de distinguir el derecho administrativo de la Ciencia de la Administración, dando lugar a diversas líneas de segmentación.
En cambio, en Alemania se impuso una concepción arquitectónica de la administración del Estado como garante de la justicia y la paz entre las clases sociales, concepción que se debe al genio de Lorenz Von Stein.
Este, contando con la inmunidad que le daba la confianza del Káiser, estudió en Francia todas las vertientes del naciente socialismo. Advirtió y analizó la existencia de clases sociales (se dice que Marx tomó parte de los estudios sobre este tema de los trabajos de Stein y que éste fue también influenciado por el naciente marxismo), pero, a diferencia de Marx opuso a la lucha de clases la justa colaboración entre todas ellas, debiendo la actividad administrativa actuar coordinadamente, con obras y servicios, garantizar el mayor bienestar posible a todos los alemanes cualquiera que sea su clase social.
El Estado debía asegurar el mercado libre y transparente, pero tenía que intervenir enérgicamente para evitar la formación de monopolios en todas sus formas. Coincidentemente por influencia del canciller Bismark se dictaron en Alemania las primeras leyes sociales que protegían al trabajador en una Europa liberal en la cual los ricos explotaban impunemente a los pobres.
Si comparamos las líneas principales del pensamiento de Stein con el Modelo Formoseño, advertimos que, a pesar de las enormes diferencias de época y de régimen político, existen grandes similitudes con el pensamiento y la obras de Stein.
Este proponía una administración capaz de satisfacer las justas demandas de todas las clases que componen la sociedad y, aquí en Formosa, la tenemos. Quería que toda la actividad administrativa tuviera por centro a la persona humana, y esa es la política que el gobernador Gildo Insfrán ha implementado.
Tenemos un Estado provincial trabajando día y noche por el bien público y, Stein decía que el -Estado pasa por tres momentos: el de la autoconciencia con la constitución, el de decisión con la legislación y el de actividad con la administración, en sus palabras, el Estado trabajando. Y, todos sabemos cómo el Gobierno formoseño trabaja, día y noche, en las buenas y en las malas para hacer de Formosa, con palabras de Crane Brinton, un lugar más agradable para la vida de los hombres sensatos.
La coincidencia entre la Monarquía Social propuesta por el pensador decimonónico y el Modelo Formoseño ejecutado por Gildo Insfrán en la actualidad, no debe sorprendernos, ya que ambos se mueven en el campo del pensamiento realista, alejados tanto del materialismo como del idealismo en sus distintas formas: se gobierna bien cuando se tiene conciencia de que la única verdad es la realidad, como decía el General.
Tanto el modelo de Stein, en una monarquía, como el de Insfrán en una República, aspiran al Estado social. El proyecto de Stein naufragó cuando un nuevo Káiser se envolvió en la Segunda Guerra Mundial. No dejemos que el proyecto formoseño naufrague así.