Decididos a no darle lugar al olvido de quienes dedicaron su vida a mejorar la salud de muchos formoseños, la cartera sanitaria local brindó un homenaje al médico y a su familia.
A partir de ahora las salas de pediatría del Hospital de Ingeniero Juárez, ubicado en el oeste provincial, llevan el nombre del “Dr. Hilario Ferrero”, médico que desde muy joven llegó a Formosa y se dedicó con pasión a mejorar las posibilidades de salud de los pobladores originarios.
De esta manera, el ministro de Desarrollo Humano José Luis Décima dispuso emplazar una placa con el nombre, la historia y la foto de este médico que supo desempeñarse con abnegación y espíritu solidario.
Su familia llegó a Juárez desde muy lejos para darle ese último adiós al Dr. Hilario, en la tierra que tanto amó, y con grata sorpresa fueron recibidos y saludados por el pueblo en su conjunto, quienes demostraron que todos esos años de sacrificio y trabajo duro del médico no fueron en vano.
Su hijo, Juan Pablo Ferrero describió que la invitación a visitar el Centro de Salud del barrio Obrero, les permitió percibir que “el trabajo por la Salud sigue en el corazón y en el esfuerzo de los trabajadores de antes y de ahora”.
“Pudimos sentir la presencia de Hilario capacitador en el compromiso y la acción de los hombres y mujeres del barrio.En el Templo, la celebración dirigida por Nicasio, y el canto de las mujeres nos emocionó. Por eso pudimos compartir nuestros más profundos sentimientos.Les agradecemos especialmente habernos ofrecido el almuerzo, preparado con tanto cariño”, expresó con profunda emoción.
También atesoró la posibilidad de dar el mensaje a través de la radio, que los emocionó doblemente, porque les trajo a la memoria a “Beryl” que formó parte del equipo de salud. “Es nuestro deseo que este saludo y agradecimiento llegue a todos y cada uno de los trabajadores y miembros de la comunidad del Barrio Obrero. Y hablo también en nombre de Mada, Hilario Andrés, Lía Mercedes, Catalina, Mateo y María Paz Ferrero”, dijo.
“De despedida a bienvenida”
Juan Pablo Ferrero, llegado de Inglaterra junto con su familia para cumplir la última voluntad de su padre, encontró en lo que pensó que iba a ser una despedida “un festejo de bienvenida”.
“Hemos valorado inmensamente que nuestra llegada con el objetivo de esparcir las cenizas de Hilario en el monte fue transformada por ustedes en un recibimiento a toda la familia Ferrero y amigos más cercanos.Lograron así convertir nuestra despedida en un festejo de bienvenida y celebración de la vida. Para nosotros esto resultó hermosamente sanador, acompañándonos a cumplir la última voluntad de Hilario”, manifestó.
Ferrero valoró cada detalle: “Las horas dedicadas, los momentos compartidos, los trámites realizados, los acuerdos alcanzados,la participación de todos, que siempre fue un objetivo en el trabajo de Hilario. También la preparación de la celebración, las visitas para hacer las invitaciones, el pergamino con los saludos de cada vecino, los carteles de bienvenida el cálido homenaje en el hospital,los videos con los testimonios, la placa y la foto en la sala de pediatría. Así como la calle con el nombre de Hilario, el reencuentro en la cena con los trabajadores de la salud y la posibilidad de compartir el video de nuestra vida en el oeste de Formosa”.
La visita de la familia Ferrero a Juárez también incluyó la fiesta en la Casa Solidaria que se recuperó como espacio de cuidado, recreación y prevención.
“El remoto oeste formoseño de los años ‘70”
Hilario Ferrero fue médico porteño, pediatra, de destacada actuación en el oeste de Formosa en los años ‘70 y ’80. También fue ministro de salud de la provincia en los ‘90.
A inicios de los ‘70, cuando comenzó a recorrer El Impenetrable, como director del programa de salud rural, supo que del otro lado del Rio Bermejo, en Ingeniero Juárez, se desarrollaba un programa modelo de Atención Primaria, al que se enviaba a los visitantes extranjeros que querían ver qué era eso de la Atención Primaria en poblaciones originarias, de modo que intercambiamos experiencias.
Una anécdota muy recordada del doctor es: “En esos años tuve la oportunidad de conocer a funcionarios del gobierno nacional, que calculadora en mano, me decían que según la productividad, con “medio” neurocirujano era más que suficiente para el hospital capitalino, y realmente no era tan fácil convencerlos que los neurocirujanos venían por pieza completa, y no por mitades. Una visión economicista de la salud, de moda en esos años, donde todo podía ser privatizado, y que Formosa trató de soslayar, incluyendo en su Constitución que la Atención Primaria en Formosa seria lo que se había aprobado en Alma Ata, y no la versión infantilizada que difundía el gobierno nacional como medicina para pobres”.