En la comunidad rural y también en los organismos públicos y las colonias beneficiadas se evoca el vigésimo tercer aniversario del lanzamiento de un programa integral que cambio la realidad social y económica de los pequeños productores agropecuarios que aceptaron la convocatoria de quien lo ideara al reconocer que pese a sus esfuerzos la situación de la familia rural estaba en situación vulnerable.
Fue el 15 de septiembre de 1996 cuando el gobernador Gildo Insfrán, sorpresivamente, lanzó desde el viejo galpón de la desmotadora de algodón de General Belgrano el Programa Integral para los Pequeños Productores Agropecuarios, el PAIPPA.
Aquellas 8.500 familias que fueron incluidas en el comienzo del PAIPPA – que luego pasaron a ser 10 mil con las que se sumaron en los departamentos del oeste- no podían cubrir siquiera los gastos de la canasta familiar y de allí que el primer aporte fueran cajas con alimentos básicos para luego ir sumando los beneficios ligados a la propiedad de la tierra, la construcción de las viviendas rurales en la propia chacra, la atención de la salud y la creación de los ciclos de enseñanza rural.
Esta cuestión educativa ya muestra los réditos del programa porque progresivamente se fueron ampliando las posibilidades de mejorar la calidad educativa hasta cerrar una etapa significativa con el Instituto Universitario de Formosa del que ya egresaron cerca de media docena de ingeniero en Producción Agropecuaria, todos ellos hijos de “paipperos”.
Otro dato que expone la validez del PAIPPA lo da el hecho actual de la solidaridad recreada con motivo de los efectos de la política económica del gobierno nacional que derivó en una crisis social con miles de familia que necesitan de la asistencia del estado para tener garantizados sus alimentos.
Esa fue la razón por la que el gobernador lanzo el Plan Nutrir para responder a las necesidades alimenticias y nutricionales de poco más de 15 mil familias de esta capital y que ha permitido mostrar el protagonismo de los “paipperos” quienes son los ahora aportan el fruto de su trabajo en el campo para que sus comprovincianos superen esta difícil contingencia.
Quienes en 1996 recibieron alimentos porque con su trabajo no cubrían los gastos emergentes de la canasta familiar son los que hoy aportan para que estas miles de familia de la ciudad capital puedan alimentarse adecuadamente.
Un PAIPPA para todos
Desde el principio se encargó de aclarar las connotaciones solidarias del programa que el propio Insfrán explicó que alcanzaba a todos los que estaban sufriendo necesidades por lo que no se cansó de reiterar que en el PAIPPA no había bolilla negra para nadie.
Dicho de otro modo, el mandatario aclaraba que para recibir sus beneficios no importaban el color político, la ideología, ni la religión o el color de la piel porque, según les dijo, el denominador común era uno solo: el grado de necesidad de los campesinos.
Y esa fue la principal directiva que recibieron los funcionarios de todas las áreas del Gobierno al tiempo que les pedía a los productores que con su participación y protagonismo facilitasen el cumplimiento de las distintas facetas del programa.
Es más, les dijo que si aparecía alguien queriendo torcer esa decisión debían elevar su voz de queja y de denuncia.
Realizarse en su tierra
El Gobernador les manifestaba en esa jornada del 15 de septiembre de 1996 que aspiraba garantizarles a los campesinos el derecho a realizarse en su suelo natal para que terminen con el penoso peregrinar hacia las grandes zonas urbanas como Buenos Aires o Rosario con las consecuencias dolorosas conocidas y que no era otra cosa que el sueño se redujera a estar perdidos en villas miserias y dependiendo de la buena de Dios.
Aunque lo que les estaba anunciando Insfrán no alcanzaban a interpretarlo en su totalidad, fue perceptible que el novedoso PAIPPA les generaba esperanza, sobre todo cuando se señalaba el rol participativo que le asignaba a la familia rural en general y cada uno de sus componentes, en particular.
Por ejemplo, mencionaba a la mujer como pieza central para que mejorase en conocimientos sobre nutrición y promoción humana con temas valiosos como higiene, salud, educación y el crecimiento consecuente de su autoestima para que motorice con vigor cada etapa de la propuesta.
Con el varón, se propuso trabajar desde el punto de vista de la producción,capacitándolo para complementar sus conocimientos en la práctica laboral. Y la figura de la pareja, entretanto, fue forjada en la recreación de los valores solidarios sobre cooperación mutua y autogestión.
El título de la tierra
Se recordaba que le tocó a Insfrán, en sus épocas de diputado provincial en la década del 90, conseguir que se apruebe un proyecto de ley que modificaba las exigencias en la Ley de Tierras que impedían que los más pequeños pudiesen recibir sus ansiados títulos.
Al quitarse lo estricto de la denominada unidad económica fue posible comenzar a despojar de la mente de los campesinos el antiguo y temido fantasma del desalojo, el ruido ensordecedor de las topadoras que en una época negra de la trayectoria formoseña derrumbaban, sin miramientos, las casas y ranchos humildes de todos ellos.
Además, a partir de una gestión ante la entidad que nuclea a los agrimensores formoseños se pudo resolver otro de los problemas que surgieron por la lógica carencia de ingresos suficientes: la mensura de las tierras.
Parafraseando al creador del justicialismo, repetía que el problema de la tierra debía ser encarado con absoluta seriedad ya que debía ser para quien la trabajara y no para aquel que viviese consumiendo sin producir.
Sobre el tema de la propiedad de la tierra esclarecía con una cita: “Dad al chacarero una roca en propiedad y él os devolverá un jardín. Dad al chacarero un jardín en arrendamiento y él os devolverá una roca”.
Seguro de salud
Pero este programa contemplaba, además, la atención de la salud de la familia rural. Esa es la razón por la que se propuso el Seguro de Salud PAIPPA, por el cual se aseguraba la cobertura asistencial a través de la red hospitalaria de la provincia así como también de la distribución gratuita de los medicamentos indicados.
Para ello se organizaría todo un sistema encadenado que sumó a la actividad privada y a las delegaciones de la obra social estatal, IASEP, a lo largo y ancho del territorio.
A 23 años del lanzamiento de este programa novedoso, se habla de 10 mil familias para las que se aspira un destino inmejorable a partir de la asociación, capacitación y expansión de sus horizontes productivos.
El objetivo de su mentor es ver a una gran empresa de 10 mil socios produciendo a escala y comercializando conjuntamente sus productos primarios pero también con el agregado de valor porque apostamos a un proceso de industrialización para que las plantas y fábricas se establezcan junto a las chacras y quintas, es decir que cada familia se convierta en emprendedora y administradora de su propia pyme.