Por Rodolfo Roquel
DNI: 7.482.425
¿Basta con ganar una elección para solucionar los problemas que impiden el surgimiento de la Argentina Potencia? Porque ese es el destino que nos corresponde en el concierto universal de las naciones y que quisieron concretar por distintas vías San Martín, Rosas, Roca, Irigoyen y Perón. Es nuestra época que parece conformarse con la mediocridad.
Nosotros los peronistas no podemos conformarnos con la paz de los mercaderes. Tenemos que volar más alto.
Nuestro candidato a presidente ha enfatizado con la necesidad de una gestión que incorpore a los más capaces de todas las fuerzas en pugna, lo cual implica que sobre nuestras diferencias ideológicas y de clase solo tengan dos objetivos: la grandeza de la Patria y la felicidad del pueblo.
Parece difícil pero desde este bello rincón argentino hemos demostrado que podemos hacerlo. Bajo la conducción de Gildo se ha transformado la Provincia inviable de la cual nos hablaban los sabiondos de academia en una comunidad de altas metas.
Nuestro país enfrenta un dilema permanente: soberanía o dependencia. Pero hoy no se trata como en 1816 de independizarnos de otra potencia extranjera sino de liberarnos del capitalismo financiero internacional, que hoy invierte lo que nos quita en la industria armamentista para matar rusos y ucranianos y mañana será paras apropiarse de la Antártida, desde su bastión malvinero.
Pero acá están los peronistas para luchar contra toda forma de dependencia empezando por la dependencia que se nos quiere imponer, una dependencia intelectual de una escuela económica, la austríaca, que separa la economía de la moral cosa que no osaron decir ni Adam Smith ni Carlos Marx.
A ese adversario deberá enfrentar nuestra juventud sin medir peligros ni sacrificios. A ellos, nuestros jóvenes, los viejos peronistas les transmitimos la antorcha de la argentinidad. Confiamos en ellos, pero si por temor o comodidad dejan apagarla se harán merecedores del terrible apóstrofe de Almafuerte. «Arrancaos a puñados de los rostros – las mal nacidas juveniles barbas – y dejad escoltar a vuestras novias – la sombras de la Patria».